¿Puedes leer esta carta conmovedora sin lágrimas en los ojos? ¡Fue escrito bellísimo!
Hace poco John Pointer perdió a su mejor amigo. A su perro, Benny, le dieron una inyección letal después de su larga lucha contra el cáncer y la insuficiencia renal. John subió a Facebook, en la cuenta de su querido bulldog, una carta escrita en primera persona del punto de vista del perro. Sin embargo si vamos a leerlo atentamente, pronto nos damos cuenta que esta carta es una declaración del gran amor a Benny de parte de John.
“Cuando salió el último invitado, mi hombre me sacó fuera para que puediera hacer mis necesidades. Volvimos a casa y cuando de nuevo vi las escaleras me parecieron dos veces más escarpadas y diez veces más altas que antes. Le miré a mi hombre y el me miró a mí. Me dijo: “No te preocupes. Estoy contigo perrito” y luego me subió en sus brazos al dormitorio. ¡Luego fue genial! No me dejó dormir en mi cama, me llamó para ir a la suya. Voy a repetirlo: ¡puedo dormir junto a mi hombre! Normalmente dormimos en dos camas, pero la última noche dormimos juntos, abrazados, me sentí muy cerca de él. Pensé que este era mi sitio, nunca lo abandonaré. Sin embargo no me sentía muy bien, a veces me costaba respirar. Me parece que todo empezó unos meses antes. Jugábamos a coger el palo y de repente me desmayé. No sé bien que pasó, pero se suponía que dejé de respirar. Oía a mi hombre gritando mi nombre. No podía moverme. Él levantó mi cabeza y miró a mis ojos. Le veía pero no podía lamer su cara. Dijo: “Benny, ¿estás ahí?”. No podía responderle. Me miró de nuevo y añadió: “No te preocupes perrito, estoy contigo.” Me rodeaba la oscuridad, pero de repente mis pulmones se llenaron de aire y otra vez mis ojos lo vieron todo. Nos fuimos a unos médicos y pude oír muchas palabras como “miocardiopatía”, “cáncer”, “insuficiencia renal”. Yo sólo sé que a veces me siento bien y a veces... Ya sabéis... No tan bien. Es cuando mi hombre me da unas pastillas. Esta mañana escuché cuando mi hombre se levantó y tomó una ducha. Volvió al dormitorio oliendo muy bien. Me ayudó a levantarme, pero esta vez pude hacerlo yo solo. Nos acercamos a la escalera y... vaya... otra vez me parecían muy largos y peligrosos. Dijo: “Estoy contigo perrito” y bajé en su brazos. Hice mis necesidades fuera y volvimos a casa. Abrió una lata del pienso más sabroso que había comido. ¡En serio me encantó! Jay nos visitó otra vez. ¡Vaya soropresa más agradable! Él y mi hombre parecían algo preocupados, pero los dos me estaban acariciando. Parecía más bien una actuación durante cuál todos intentan estar felices pero en realidad están tristes. Un rato después apareció otra persona. Llevaba un pantalón de médico. Me acerqué a ella."
"Estaba escuchando su conversación. Todos miraban mis encías, tocaban mis patas. La señora vestida de médica dijo: “Es su decisión, pero él ya está en su límite. No quiero presionarle, pero teniendo en cuenta su estado me parece extraño que sigua moviéndose por su propia voluntad. Incluso no hablo de sus patas, pero mira aquí...” Mostró mi hocico.”Debería ser de color rosa. Y es blanco o incluso un poco amarillo...” Mi hombre y Jay se fueron para hablar los dos. Cuando volvieron, mi hombre dijo que tenía razón, que no quería esperar hasta que mi estado empeorase todavía más. Entramos todos. La verdad es que me sentía mal a pesar de poder moverme. Parecía que hasta mi cabeza estaba fría y que mis patas estaban casi congeladas. La señora con el pantalón de médica dijo: “Le inyectaré esto en un músculo. Es un tranqulizante. Luego inyectaré aquí. Usted puede acariciarle hasta que se quede dormido.” Mi hombre me besó y me miró a los ojos. Intentaba contener las lágrimas. Esta señora me puso una inyección en una pata. Miré a mi hombre. Es estupendo. Siempre estaré con él. Me acariciaba con Jay y me decían muchas cosas amables: que soy un perro querido, que hizo un buen trabajo, que se sienten agradecidos por tenerme en sus vidas. Un rato después empecé a ver todo como en la niebla. ¡Tengo que concentrarme! Le miré a mi hombre. Le quiero tanto. Otra vez perdí la conciencia. ¡Tengo que concentrarme! Sí, veo a mi hombre. Le quiero mucho. Siempre estaré con él y él lo sabe. Tengo mucho sueño. ¡Tengo que concentrarme! En mi corazón siempre habrá un hueco para él... La señora con este pantalón de médica dijo: “Tiene que tener una voluntad muy fuerte. Quiero mucho estar con usted. Lucha. Es increíble”. Mi hombre le respondió llorando: “Lo sé. Él vive para mí. Es el alma más entregada que había conocido...”. Nuestras cabezas se tocaron y los dos cerramos los ojos. Fue una sensación muy agradable. Me cuesta describirlo bien. Nos miramos de nuevo. Me sentí un poco confundido mi hombre me ayudó a tumbarme en el suelo. ¡Qué sensación más agradable!"
"Oía las palabras de mi hombre y de Jay, notaba sus caricias en mi piel. Me quieren mucho. Tengo mucha suerte. Luego me pareció como si me acariciaran muchas manos. Todos los que conocía y amaba estaban ahí conmigo, acariciándome y rascándome detrás de la oreja y en este lugar en la nuca que me hace mover una pata. ¡Cada uno debería experimentarlo! Vaya sensación maravillosa... Luego la señora tocó mi pata. Una vez mi hombre le dijo de curar mis patas, pero bueno, últimamente no me servían bien. Mientras todos me acariciaban, la señora me dio otra inyección, pero esta vez, cuando noté el líquido en mis venas, mis patas empezaron a funcionar bien. ¡Mis rodillas se movían perfectamente! Con cada gota mi cáncer perdía, incluso mis riñones funcionaron de nuevo. ¡Y mi corazón latió tan fuerte! Me sentí como si se fueran todas mis enfermedades. ¡Increíble! Vi a mi hombre, a Jay y a la señora que vive en nuestra casa, Shelly. Parecían inclinarse hasta algo. Me acerqué para verlo. Se parecía a... Bueno, se parecía a mí, pero más bien a mí cuando me sentía enfermo y exhausto. No se veía bien su hocico, pero este pobre hombre parecía que sufriese mucho. Sentía que mi hombre sentía a la vez un gran alivio y la tristeza. Le quiero tanto. Miré a esta cáscara que se parecía a mí y luego le miré a él. ¡Se sentía triste por esta cáscara! Yo estaba corriendo por toda la habitación como un loco pero no sé, ellos preferían estar tristes besando a esa cáscara. Sin duda, mi hombre estaba triste. Incliné mi cabeza hasta él, como millones de veces antes, pero esta vez fue distinto. Parecía que su cuerpo es una nube y yo entré en nuestra nube y salí por otro lado. Pues sólo me senté a su lado como un buen perro y mi corazón le susurró: "No te preocupes amigo, estoy contigo." Nunca le abandonaré y él lo sabe bien...
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