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Cuando le dio su último regalo a su hermanita, todos intentaban contener las lágrimas. Hubieran podido evitarlo fácilmente...

Era un día corriente a la mitad de la semana. Una mujer estaba en un supermercado en la sección de juguetes. Estaba buscando un regalo para su sobrina. Algo distraída miraba los estantes llenos de muñecas con vestidos maravillosos, los últimos modelos de barbie y ya casi le dio un mareo por tantos matices de color rosa. Sabía que su sobrina se sentiría la más feliz del mundo al ver su nueva muñeca. Su vista se fijó en un niño de diez, quizá once años que también miraba las muñecas. Ya no pudo apartar la vista.

La mujer se acercó al chiquillo lentamente. Algo en él que llamó su atención aunque a primera vista no se distinguía por nada en concreto. Su pelo, marrón y rizado, sobresalía debajo de su gorra, llevaba vaqueros (algo sucios, por cierto) y zapatillas grises acordonadas a medias. Algo en él era sumamente triste. La mujer lo miró cuando se paró a su lado fingiendo que estaba contemplando los juguetes. Él también miró de nuevo las barbies. En una de las mangas tenía puesta una cinta de color rosa. La mujer no pudo apartar la vista de esta cinta pensando en por qué la llevaba. ¿Por qué un chiquillo miraba las muñecas y llevaba una cinta rosa?

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No aguantó y le preguntó si acercarle una muñeca del estante más alto. Buscó cualquier pretexto para entablar contacto con él. Parecía estar muy lejos de ella... Cuando la miró, le paralizó la profunda tristeza de su mirada. No era la tristeza de un niño que quería un nuevo juguete, pero no tenía tanto dinero. Era la mirada llena del dolor de un adulto, la tristeza muy conciente de alguien herido.

- Quiero comprar aquella muñeca para mi hermana, pero no tengo tanto dinero- Dijo. La mujer no sabía cómo reaccionar, pues sólo le respondió que dentro de poco sería Navidad y a Santa Claus ya se le imaginaría alguna idea de cómo regalar esta muñeca concreta a su hermana.

- Ahí donde está mi hermana, Santa Claus ya no llegará. - La miró con los ojos más tristes que jamás había visto. Tenía miedo de hacer otra pregunta, pero quería saberlo.

- ¿Dónde está tu hermana?

- Está en el cielo. Quiero que tenga algo bonito de mi parte ahí. Mi madre también irá ahí dentro de poco pues podría llevar consigo el regalo para mi hermana.

La mujer no sabía como reaccionar. Esto sonó como una broma pesada, pero una mirada más al niño la aseguró: fue la verdad. Ocurrió algo muy malo. Sucederá algo peor todavía.

Sin pensarlo dos veces cogió su cartera. Tuvo el suficiente dinero para pagar por ambas muñecas, la de su sobrina y la de la hermana del niño. De repente los ojos del chiquillo se iluminaron. Cogió el dinero diciendo:

- ¿¡De verdad es para mí?! Pues también puedo comprar las flores favoritas de mi madre. A ella le encantan las rosas blancas. - Cogió la muñeca y se fue corriendo para pagar.

La mujer se quedó sola pensando en lo sucedido. ¿Hizo bien? Quizás todo haya sido una mentira, sólo perdió su dinero de manera estúpida. Despistada, pagó por la muñeca, y se acercó al quiosco. Cuando vio un encabezamiento, se le heló la sangre.

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